VÉRTIGO
ASCENSO Y DESCENSO
Por Walter Ferrarotti
LA ESPIRAL HELICOIDE
En Vértigo, Hitchcock pone de manifiesto una serie de figuras arquetípicas, constitutivas de la puesta en escena, que configuran una matriz simbólica a partir de la cual el film inicia su despliegue de sentido.
En su ensayo sobre Vértigo, “La hélice y la idea”, Eric Rohmer, resalta la utilización por parte de Hitchcock “…de un doble motivo geométrico, el de la recta y el círculo (…) Recta y círculo se lían por mediación de una tercera dimensión: la profundidad…”[1] conformando así la espiral helicoide. Esta aseveración de Rohmer está prematuramente corroborada en el nombre del film[2] y en la animación de los títulos diseñados por Saúl Bass.
En Vértigo la espiral helicoidal se manifiesta numerosas veces a lo largo de toda la película[3], pero esencialmente está presente en el rodete de Madeleine (duplicado del que aparece en el retrato de Carlota Valdez) y en la escalera que asciende a la torre del campanario de la Iglesia San Juan Bautista. La espiral helicoidal es un círculo abierto que se despliega verticalmente circundando una recta o eje vertical, y está estrechamente relacionada con otras tres figuras arquetípicas que también se encuentran en Vértigo: la escalera, la torre y el laberinto.
LA ESCALERA Y LA TORRE
La escalera, como modelo ejemplar, está unida al concepto de movimiento ascendente y descendente a lo largo del axis mundis[7] (eje del mundo) conectando los tres mundos cósmicos: el inframundo, la tierra y el cielo. La escalera figura el paso de un plano a otro, o de un modo de ser a otro y representa el acceso a la realidad y lo trascendente, que va de lo irreal a lo real, de la oscuridad a la luz, de la muerte a la inmortalidad. Cuando la escalera “…tiene una forma espiraloide, atrae la atención sobre el foco del desarrollo axial, que puede ser Dios, un principio, un amor, un arte, la conciencia o el yo propio del ser que está en curso de ascensión y que se apoya enteramente en este foco, alrededor del cual dibuja sus volutas (…) La escalera es el símbolo de la progresión hacia el saber, de la ascensión hacia el conocimiento y la transfiguración. Si se eleva hacia el cielo, se trata del conocimiento del mundo aparente…”[8] Al promediar el primer acto Scottie se ve imposibilitado, por su pánico a las alturas, de continuar su ascenso escaleras arriba hacia el campanario para evitar el fatal suicidio de su amada. Y al promediar ya la película, asciende por esa misma escalera para desvelar el espejismo proyectado por Judy-Madeleine y descubrir así, que fue víctima de un ardid en donde se lo utilizó, debido a su trauma, para ser testigo de un falso suicidio que encubría un asesinato. Al lograr ascender por la escalera hacia la torre/campanario nuestro héroe pasa del plano de la irrealidad-oscuridad al plano de la realidad-luz[9], y este acto le prodiga la cura de la acrofobia[10] y el descubrimiento de la verdad al poner en evidencia el dispositivo de simulacro maquinado por Gavin Elster. La torre/campanario es un arquetipo que en relación con el axis mundis es también un símbolo ascensional y traduce una energía solar regeneradora. Energía de la cual Scottie es beneficiario al conquistar la cima liberándose del error de las apariencias y metamorfoseando así a Judy-Madeleine en una mera ilusión que se escurre entre sus manos para precipitarse al vacío[11].
LA SALIDA DEL LABERINTO
“—Lo que más tememos —dijo el sacerdote en voz baja— es un laberinto sin centro. Ésa es la razón por la cual el ateísmo no es más que una pesadilla.”[12] “Señor –le dije-, clavo la rodilla y la frente, pero, ¿cómo salir de la noche doliente? Y respondió:En su noche toda mañana estriba: de todo laberinto se sale por arriba”[13]Scottie visita a Gavin Elster en su oficina y éste le encomienda vigilar a su esposa presuntamente poseída por el fantasma de Carlota Valdez, muerta cien años atrás. El héroe se muestra vacilante pero aun así acepta la misión y comienza a seguir a Madeleine, y en ese derrotero San Francisco se convierte en un intrincado laberinto. Una manifestación de ésta transmutación de la ciudad en un meandro se evidencia cuando, al día siguiente de que Scottie rescatara a Madeleine de las frías aguas de la bahía, aquel retoma su misión siguiendo a la mujer en automóvil con un renovado afán. En el trayecto nuestro héroe se muestra turbado ante el errático recorrido por el cual lo guía la enigmática mujer, que da vueltas sin sentido como si estuviera extraviada. El destino de Madeleine era la casa de Scottie, la cual encuentra gracias a la orientación que le proporciona la torre Coit[14]. Más adelante podemos ver la figura del laberinto en el bosque de secuoyas cuando Madeleine con cierto aire ensoñador desaparece delante de los ojos de Scottie, y el reencuentro se produce en una atmósfera de extrañamiento y misterio. La espiral helicoide y la espiral plana guardan el mismo simbolismo, y ésta última está familiarizada con el laberinto[15]. “…el ser que recorre el laberinto o cualquier otra figuración equivalente llega finalmente a encontrar así el ‘lugar central’, es decir, desde el punto de vista de la realización iniciática, su propio centro…”[16] Scottie al aceptar la misión encomendada por Gavin Elster se introduce en un laberinto sin centro, o mejor en un laberinto con un centro falso: Madeleine. “De todo laberinto se sale por arriba”[17], nos guía el maestro Leopoldo Marechal y esa es la operación que debe realizar Scottie para lograr su verdadera meta: librarse de lo ilusorio, ascendiendo por la escalera-espiral para alcanzar la cima de la torre y emerger del laberinto erigido como un simulacro y conquistar, una vez restablecido el equilibrio, su propio centro.
HITCHCOCK, PLATÓN Y LA GEOMETRÍA
“No entre aquí quien no sepa geometría”[18]Antes habiamos relacionado el paso del plano de lo aparente (el mundo artificioso creado por Elster y Judy-Madeleine) al plano de lo real (el descubrimiento del artificio y la restauración del equilibrio por la conquista del eje vertical y la cura del vértigo) que realiza el héroe hitchcockiano con el mito platónico de la caverna. Este cruce que podemos observar entre Hitchcock y Platón no se limita solo al derrotero del héroe, sino que implica toda la construcción simbólica del mundo de Vértigo. Rohmer ilumina la correspondencia entre la obra de Hitchcock y la metafísica platónica: “Ideas y formas siguen la misma ruta, y es porque la forma es pura, bella, rigurosa, sorprendentemente rica y libre, que se puede decir que los films de Hitchcock, y Vértigo en primer lugar, tienen por objeto (…) las Ideas, en el sentido noble, platónico del término.”[19] Hitchcock despliega en escena diferentes espacios-formas[20]: espirales, escaleras, torres, laberintos, puentes, etc. por dónde peregrina nuestro héroe. Estas figuras con una fuerte carga arquetípica[21], nos mueven a realizar junto al héroe una travesía ontológica. Entre esas figuras se manifiesta especialmente una, ligada simbólicamente a todas las demás, que se desliza silenciosamente a lo largo de la diégesis profundizando la idea de pasaje de lo irreal a lo real al incorporar el concepto de regeneración. Esta figura es el número ocho y su variante geométrica el octógono (polígono de ocho lados). La utilización que hace Hitchcock de los números y de la geometría realza aún más la correspondencia entre su obra y la filosofía platónica. El número y la geometría están en el centro del pensamiento de Platón[22], inspirado por la metafísica pitagórica[23]. En efecto, para la tradición pitagórico-platónica la ciencia de los números reina sobre todas las demás[24]. En la antigüedad los números y la geometría eran apreciados como una ciencia trascendente, clave para descifrar el misterio del universo y, al mismo tiempo, un medio para la purificación del alma[25]. Los pitagóricos “…pensaron que los elementos de los Números eran los elementos de todos los entes, y que todo el cielo era armonía y número…”[26] A diferencia de nuestra época en dónde los números sólo son considerados en su aspecto cuantitativo[27], en la antigüedad los números eran estimados también por su cariz cualitativo. Esto es que, los números y la geometría representan Ideas que emergen de su contemplación tendiendo un «puente» vertical entre el hombre y el mundo de los arquetipos[28].
EL NÚMERO OCHO Y LA TENSIÓN VERTICAL
En diferentes tradiciones el número ocho (y el octógono) es símbolo de regeneración, de pasaje de un estado inferior a un estado superior. Por su forma hecha con dos círculos superpuestos, representa el movimiento en espiral en un continuo flujo y reflujo. El octógono está situado en un lugar de intermediación entre dos figuras geométricas: el cuadrado y el círculo, y entre dos estados simbolizados por estas figuras, lo terreno y lo celeste. Desarrollando así todo su potencial simbólico en el plano vertical uniendo el abajo (tierra) con el arriba (cielo). Las formas cuadradas o cúbicas se refieren a la tierra[29], y las formas circulares o esféricas al cielo[30]. El número ocho es índice del pasaje de lo terreno a lo celeste. “El octavo día sucede a los seis días de la creación y al Sabbat. Anuncia la era futura eterna: implica no solamente la resurrección de Cristo, sino la del hombre.”[31] [32] La obra creadora del Dios bíblico concluyó al séptimo día[33], de ahí la significación del número siete como final de ciclo en el plano terreno. El número ocho emerge irrumpiendo en un plano superior, iniciando un nuevo recorrido en otro nivel. Si ascendemos por una espiral helicoidal vertical, el número ocho se ubicaría en el mismo lugar que el número uno pero un nivel o un escalón más elevado. La gama musical de las notas propone otro símbolo de renacimiento y de regeneración: la octava nota de la escala ascendente es la misma que su nota básica, sin ser la misma[34].
La tercer secuencia de Vértigo abre con un plano que nos muestra, en el playón de entrada del astillero propiedad de Gavin Elster, un cartel que decreta: “Velocidad límite 8 millas por hora”. Esta inscripción la leemos previamente al encuentro entre Scottie y Elster en la oficina de éste último, quien tienta al héroe para que acepte la misión de seguir a Madeleine. Podemos intentar una interpretación de esta sentencia: en los dominios de Gavin Elster no se puede ir más allá del número ocho. Con esta limitación, el atributo del número ocho como mediador entre el cuadrado-tierra y el círculo-cielo es cercenado; y así condenado a un errar perpetuo en un circuito cerrado que se despliega en el plano horizontal[35], sin poder trascender el estado intermedio que éste representa, aboliendo de esta manera la verticalidad. Ya habíamos establecido la analogía entre la espiral y el laberinto, y por transición podemos trasladarla a la relación entre el laberinto y el número ocho, ya que es clara la correspondencia entre la espiral y la grafía que da apariencia a éste número, conformado por una doble voluta vertical. Establecida la correspondencia entre el número ocho, la espiral y el laberinto, el circuito cerrado sin comienzo ni fin[36] producto de la prohibición de trascender el número ocho en el mundo de Elster, es una analogía del estado que Scottie manifiesta luego de aceptar seguir a Madeleine. Nuestro héroe deambula errático en un espacio (ciudad y afueras de San Francisco, bosque de secuoyas) que se transforma en un dédalo sin sentido.
El primer acto concluye con la muerte de Madeleine y la imposibilidad del héroe de subir las escaleras para detener el suicidio de su amada. Luego del juicio que lo exonera pero que lo declara impotente, visita la tumba de la malograda mujer y en la noche sufre una pesadilla que lo despierta aterrorizado. En el sueño, Hitchcock se libera del verosímil y construye una secuencia onírica con formas y colores de un notorio simbolismo de pasaje. Luego de atravesar un cementerio con la imagen saturada de rojo, Scottie cae por la fosa abierta del sepulcro de Carlota Valdez. En el plano siguiente se manifiesta una nueva simetría en relación al número ocho reafirmando el símbolo de pasaje característico de éste número. La imagen de la cabeza de Scottie, separada del cuerpo con una expresión de horror en su rostro, se encuentra en el centro de lo que semeja un túnel vertical conformado por ocho aspas o rayos que parten de un centro común, la imagen va cambiando de colores con un evidente predominio del rojo y del violeta. El color “…violeta, resultante de la mezcla de rojo y azul a partes iguales, representa una actitud de equilibrio, la equidistancia entre tierra y cielo…”[37] En la escala cromática la función y los atributos del color violeta son equivalentes a los del número ocho, asumiendo el lugar de mediador entre lo terreno y lo celeste[38]. En cuanto a la imagen de ocho rayos, es evidente la familiaridad con el número ocho, pero además se vincula de manera acabada a un símbolo celta que se tallaba en una piedra cónica junto con otras figuraciones geométricas que señalaban el Omphalos o eje del mundo. A ésta piedra se la conoce con el nombre de Betilo. “La representación material del Omphalos era generalmente una piedra sagrada, lo que a menudo se llama un «betilo»; y esta última palabra es también de las más notables. Parece, en efecto, no ser otra cosa que la hebrea Beith-El, «casa de Dios», el nombre mismo que Jacob dio al lugar donde el Señor se le había manifestado en un sueño: «Y Jacob se despertó de su sueño y dijo: Sin duda el Señor está en este lugar y yo no lo sabía. Y espantado dijo: ¡Cuán terrible es este lugar, es la casa de Dios y la puerta de los Cielos! Y Jacob se levantó de mañana, y cogió la piedra que había sido su cabecera, la levantó como un pilar, y derramó aceite encima de ella (para consagrarla). Y dio a este lugar el nombre de Beith-El; pero el primer nombre de esta ciudad era Luz» (Génesis, XXVIII, 16-19)”[39].
El cristianismo toma esta figura de ocho rayos de la tradición celta y la reconfigura con toda su significación en el crismón, que se tallaba en los pórticos de las iglesias; indicando, como el betilo, el centro del mundo. Scottie o mejor, la cabeza desmembrada de Scottie, se encuentra en suspensión en el Omphalos o centro del mundo, en una tenaz tensión entre el arriba y el abajo[40]. Sería fructífero relacionar estas consideraciones con el plano que abre la secuencia de la pesadilla. Éste nos muestra una panorámica nocturna de la ciudad de San Francisco en el mismo escenario que, en la primera secuencia, acontece el accidente de Scottie en el cual permanece suspendido ante el abismo, y horrorizado frente al peligro de la caída. Nunca vemos como Scottie logra evadirse de semejante trance, que tiene su resolución fuera de campo. Hitchcock decide dejar a nuestro agonista pendiendo del tejado de un edificio, suspendido entre la posibilidad de caer (descenso), y de subir y salvarse (ascenso). Manifestándose en el plano vertical, la ya referida tensión entre el arriba y el abajo recorre todo el film como un gran fuera de campo, y es subrayada en la siguiente escena cuando descubrimos a Scottie en el departamento de Midge haciendo equilibrio con un bastón, hasta que pierde estabilidad y provoca su caída. Esta tensión vertical también se manifiesta en la imagen onírica que muestra la cabeza desmembrada de Scottie suspendida en una especie de túnel vertical de color violeta formado por ocho rayos, ya relacionada con el Omphalos. Y antes de la pesadilla, en la marca que realiza Hitchcock en el astillero de Elster subrayando la limitación de trascender el número ocho, índice de la inmovilidad de Scottie, atrapado en un mundo condenado a lo material-sensible.
El simulacro concebido por Gavin Elster proyecta en la visión de nuestro agonista un mundo que se desenvuelve en un meandro horizontal con Madeleine como centro ilusorio, clausurando de esta manera la verticalidad (el circuito ascenso-descenso, abajo-arriba), a sabiendas de la imposibilidad de Scottie de efectuar la ascensión para salvar a la enigmática mujer. La muerte de Madeleine deja al laberinto sin su centro falso provocando la abolición de esta clausura. Y ante la imposibilidad del ascenso, a nuestro héroe solo le queda descender. Y aquí talla la imagen onírica de Scottie cayendo en el sepulcro abierto en un descenso perpetuo. Scottie cae cuando trata de restaurar el mundo aniquilado por el suicidio de Madeleine, intentando construir un nuevo simulacro al desear recrear en Judy un doble de la mujer amada.
EL DESCENSO AL INFRAMUNDO
“¡Bienaventurado el que ha contemplado todo esto antes de marchar bajo tierra! ¡Conoce el final de la vida! ¡Pero también conoce el comienzo!…” [41]En Vértigo en la secuencia de la pesadilla que sufre Scottie luego de la muerte de Madeleine hay una preeminencia de los colores violeta y rojo. En el film el color rojo está asociado al mundo de Elster/Madeleine, lo encontramos profusamente en la oficina de Elster y en el club Ernies’s dónde Scottie ve por primera vez a la mujer. Más adelante vuelve a aparecer de manera sugestiva en la pesadilla de Scottie, cuando éste avanza por el cementerio y cae dentro de la tumba de Carlota Valdez. “El color rojo nocturno, centrípeto, es el color del fuego central del hombre y de la tierra, y el atanor de los alquimistas, donde se opera la digestión, la maduración y la regeneración del ser…”[42]. Este rojo es visible “…en el curso de la muerte iniciática, en la que toma un valor sacramental”[43]. “En el principio de toda realización espiritual está la muerte, una muerte para el mundo: la conciencia debe ser extraída de los sentidos y vuelta hacia dentro, y, puesto que la luz interior aún no ha empezado a brillar, este apartamiento del mundo exterior se experimenta como un oscurecimiento, una nox profunda. La mística cristiana aplica a este estado el ejemplo del grano de trigo que, para fructificar, debe quedarse solo en la tierra y morir. En varias ceremonias de iniciación se alude a esta muerte psíquica mediante un entierro simbólico…”[44] En el sueño, Scottie desciende por la boca abierta de la tumba y cae en las fauces de las la tierra madredónde es deglutido y desmembrado, el índice del desmembramiento lo encontramos cuando su cabeza separada del cuerpo aparece suspendida en el centro de lo que simula un túnel y que asimilamos a un betilo de ocho rayos. Todos estos signos se pueden relacionar a los mitos agrícolas con sus misterios de iniciación, en dónde el neófito desciende a los infiernos y es desmembrado por la deidad infernal para luego ser regenerado. El desmembramiento es huella de la disolución de su identidad[45] para luego reintegrase en un nuevo ser. En los mitos agrícolas este nuevo nacimiento es gestado y alumbrado por la tierra madre[46], matriz en donde se opera el proceso muerte-renacimiento[47] (engullir, digerir, desmembrar y regenerar)[48].
La travesía que realiza Scottie, desde que acepta la misión de guardián de Madeleine hasta la ascensión final dónde se libera del artificio creado por Elster, puede asimilarse a una víainiciática. Y la clave de esta asimilación la encontramos en el descenso al sepulcro que realiza nuestro agonista y que nos es revelada en su sueño. La iniciación es inseparable del flujo muerte-renacimiento. “Iniciación: Sentido de teleutai (τελευται): hacer morir. Iniciar es en cierto modo hacer morir, provocar la muerte. Pero la muerte se considera como una salida, o como traspasar una puerta que da acceso a otra parte. A la salida sucede la entrada. El iniciado pasa la cortina de fuego que separa lo profano de lo sagrado; pasa de un mundo a otro y sufre por este hecho una transformación; cambia de nivel, se torna diferente”[49] Los misterios iniciáticos más prestigiosos de la antigüedad occidental fueron los de Eleusis[50], donde se conmemoraba la ascensión de Perséfone[51], hija de la diosa Deméter[52], al mundo de los vivos luego de su descenso al inframundo, infierno o mundo de los muertos. Es evidente el cariz agrícola de estos misterios consagrados a la renovación de la naturaleza en la primavera. Perséfone es símbolo de la semilla que luego de ser enterrada emerge a la luz del sol revestida de los colores resplandecientes de la vegetación[53]. La tradición nos dice que estos misterios fueron llevados al mundo griego desde Egipto por el tracio Orfeo. “Es igualmente significativo el hecho de que entre los raros descendimientos a los infiernos atestiguados en la tradición griega llegara a ser el más popular precisamente el de Orfeo. La catábasis[54] está relacionada con los ritos de iniciación. Por otra parte, resulta que nuestro cantor era famoso también como «fundador de iniciaciones» y de misterios. Según Eurípides, «mostró los resplandores de los misterios inefables». El autor del Contra Aristogitón afirmaba que Orfeo «nos mostró las iniciaciones más sagradas», refiriéndose verosímilmente a los Misterios de Eleusis.”[55] La catábasis órfica encontró su modelo en el mito de Eurídice, la amada esposa de Orfeo, quien al estar…“paseando un día por la orilla de un río de Tracia, fue perseguida por Aristeo, quien intentó violarla. Al correr por la hierba le mordió una serpiente y murió. Orfeo, inconsolable, descendió a los infiernos en busca de su esposa (…) Hades y Perséfone acceden a restituir a Eurídice a un marido que da tales pruebas de amor[56], pero ponen una condición: que Orfeo vuelva a la luz del día, seguido de su esposa, sin volverse a mirarla antes de haber salido de su reino. Orfeo acepta y emprende el camino. Ha llegado casi a la luz del sol cuando le asalta una terrible duda ¿No se habrá burlado Perséfone de él? ¿Le sigue realmente Eurídice? Y se vuelve. Pero Eurídice se desvanece y muere por segunda vez”[57] y Orfeo asciende desconsolado al mundo de los vivos[58].
Este mito, que podemos encontrar narrado con suma belleza en el libro IV de la Geórgicas de Virgilio[59] (poeta romano, 70 a. C. – 19 a. C.), guarda una analogía evidente con el drama que padece Scottie[60]. Éste último como Orfeo pierde dos veces a su amada en manos de la muerte. Madeleine fenece al precipitarse del campanario y nuestro héroe desconsolado desciende por mediación del sueño a los infiernos a través de la tumba de Carlota Valdés. Su descenso continúa y se consuma en la vigilia en el deseo de transformar a Judy en Madeleine, para rescatar a ésta de la inclemente muerte. Cuando los agonistas suben juntos las escaleras del campanario en la escena final, Scottie como Orfeo no puede desistir de mirar hacia atrás. En Vértigo el atrás no es de orden espacial, como en el mito órfico, sino temporal y a Scottie le es imposible dejar a sus espaldas el pasado que arrastra Judy-Madeleine, pretérito que revela el engaño del que fue objeto. Al abrirse sus ojos y ver el doble rostro de Judy-Madeleine provoca la nueva caída y la muerte de la mujer amada. Más allá de esta pérdida, necesaria para conquistar un nuevo estado, el héroe logra en el tránsito infernal un nuevo nacimiento. En las iniciaciones mistéricas, el descenso a los infiernos es una figura analógica del viaje interior que debe realizar el neófito[61]. Realizar el descenso es abismarse en la oscuridad interior, en el caos previo al momento creador. Tras una serie de pruebas el héroe debe llegar al umbral que separa lo conocido de lo desconocido, la luz de la oscuridad, el día de la noche. Este tránsito está plagado de peligros que pueden llevar al neófito a la locura o la muerte física. Pero si el héroe en su descenso atraviesa el infierno sin contratiempos sufre una muerte simbólica para luego conquistar un segundo nacimiento que se transcribe espacialmente en la salida del inframundo y en la ascensión hacia otro plano de la realidad. Así, una vez llegado a destino y haber descifrado el Misterio, el héroe es iluminado y transformado en un nuevo ser, en un nuevo retoño (neófito=planta nueva).
EL BAPTISTERIO.
LA RESTAURACIÓN VERTICAL
“Jesús le respondió: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de lo alto no puede ver el Reino de Dios.» Dícele Nicodemo: « ¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo? ¿Puede acaso entrar otra vez en el seno de su madre y nacer?» Respondió Jesús: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios”[62]Al promediar el primer acto de Vértigo, Scottie y Madeleine se besan en el establo de la misión jesuítica San Juan Bautista. Ella se muestra perturbada, mira en dirección a la iglesia y sus labios abandonan los de Scottie. Vacilante, le dice que es demasiado tarde para su incipiente amor y rehúye los brazos del héroe; precipitándose a la carrera hacia la iglesia. Scottie va tras ella, la detiene antes del ingreso al templo, se besan nuevamente y Madeleine le reitera que lo ama y que recuerde siempre eso. Le pide que la deje entrar sola a la iglesia y antes de ingresar dirige su mirada hacia lo alto. Scottie otea la trayectoria de los ojos de Madeleine, descubre el campanario y entiende que la mujer se encamina hacia la cima de la torre. Temiendo lo peor sigue sus pasos, atraviesa la puerta de la iglesia, accede a la nave principal y desesperado intenta hallar la escalera que conduce al fatídico destino de la amada mujer. Primero mira a su derecha y descubre un pórtico que conduce al baptisterio, en el centro de la habitación se eleva una pila bautismal y en la pared un cuadro del bautismo de Jesús (Jesús de rodillas y San Juan Bautista de pie derramando agua en la cabeza de Jesús). Luego mira a su izquierda y por fin da con la escalera y se abalanza al fallido rescate. El breve instante en que el héroe se encuentra en el medio de esos dos caminos es cifra del estado metafísico de Scottie, que ya habíamos dejado pendiendo del tejado de un edificio suspendido en el vacío ante la posibilidad de caer (descenso), y de subir y salvarse (ascenso), ésta tensión arriba-abajo se troca en este segmento de la escena por una tensión derecha- izquierda[63]. Al optar por la vía izquierda, único camino posible para nuestro héroe, confronta con su propia acrofobia y así con la imposibilidad de ascender que se transmuta, como vimos, en un franco descenso al inframundo. El plano, escueto pero significativo, del pórtico que da al baptisterio, plano que por supuesto es orgánico y está cabalmente integrado a la Mise-en-scène, desvía por un momento la atención de Scottie de su misión. El baptisterio se presenta enfrentado en espejo a la vía que debe tomar nuestro héroe, como una bifurcación que despliega una segunda posibilidad. La construcción y la significación de los baptisterios están íntimamente ligadas a la simbología del número ocho y especialmente del octógono. La doble espiral que configura la grafía del número ocho con su doble movimiento de ascenso y descenso sobre un eje vertical imaginario guarda una estrecha relación con el simbolismo que se manifiesta en el bautismo, representado en el octógono como figura mediadora entre lo terreno y lo celeste, el arriba y el abajo. En la tradición cristiana era común construir los baptisterios con forma octogonal, “…la bóveda circular no puede reposar directamente sobre la base cuadrada, y para permitir el paso de uno a otra hace falta una forma de transición que sea, en cierto modo, intermedia entre el cuadrado y el círculo (…) para realizar esta cuadratura del círculo, que va de la unidad celeste de la bóveda al cuadrado de los elementos terrestres, es menester pasar por el octógono, que se halla en relación con el mundo intermedio…”[64] En el bautismo los movimientos de ascenso y descenso son equivalentes a la inmersión y emersión en las aguas bautismales. Este doble flujo de ascenso-descenso, inmersión-emersión están relacionados con otro par de movimientos que operan en la psiquis[65] del neófito en el momento de la ablución: purificación-regeneración y muerte-vida[66]. “El ‘hombre viejo’ muere por inmersión en el agua y da nacimiento a un nuevo ser regenerado. Este simbolismo lo expresa admirablemente Juan Crisóstomo, quien, a propósito de la multivalencia simbólica del bautismo, escribe: ‘Representa la muerte y la sepultura, la vida y la resurrección… Cuando sumergimos nuestra cabeza en el agua como en un sepulcro, el hombre viejo queda inmerso, sepultado por completo, cuando salimos del agua, el hombre nuevo aparece simultáneamente’.”[67]
Esta segunda posible vía, figurada en el baptisterio y el cuadro del bautismo de Jesús, que se presenta a la derecha de Scottie es, efectivamente, un ícono que de forma especular manifiesta una imagen y también un atajo o abreviación del derrotero iniciático que debe transitar el héroe hitchcockiano. Pero esta vía directa es inviable para Scottie, no sólo por la urgencia de rescatar a la mujer, sino también porque su visión del mundo encuadrada en la modernidad no ve nada significante detrás del portal que se le presenta a la derecha. El hombre moderno, en su arte, en su creencias y también en sus religiones reducidas a decálogos morales, ha abolido la verticalidad, y Scottie es íntegramente un héroe moderno acotado a lo meramente material y sentimental. Su acrofobia es índice de su temor y de su imposibilidad de enfrentarse a aquello que trasciende el plano mundano. El hombre tradicional manifestaba en los ritos de iniciación una reverente fascinación por los misterios de la naturaleza, los ciclos de la vida y de la muerte, y los experimentaba como un proceso que se manifestaba en su cuerpo, en su psiquis y en su espíritu. Scottie, ciego al misterio como los hombres de la caverna platónica, cuando ve caer y morir a su compañero policía, se abre un abismo insondable debajo de sus pies. El miedo a la muerte obra como un disparador que lo deja inmóvil y suspendido en un vacío metafísico entre la posibilidad de un descenso trágico y un ascenso también trágico. Y nuestro héroe es empujado a dar el gran salto. Pero como ya expresamos, la inviabilidad del ascenso lo fuerza a descender; y aquí irrumpe Gavin Elster como un demiurgo abyecto que, al conocer las debilidades de nuestro agonista, edifica un universo a su medida ofreciéndole a Madeleine como centro de ese mundo simulado y laberíntico. Este artificio se derrumba con la muerte de la mujer amada; y Scottie, lanzado a una caída abisal, circunscribe su derrotero en un descenso y un ascenso a través del Eje vertical (axis mundis, Omphalos, centro del mundo), horadando la solidificación de un mundo reducido a lo terreno-material. Este proceso opera como una vía iniciática que lo libera de las apariencias y de su terror a las alturas -a lo trascendente-, restaurando así, la verticalidad abolida por el mundo moderno.
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- Sánchez Chinchilla Kattia, “Taxonomía mítica: Una nueva forma de encarar los relatos”
Revista de Filología y Lingüística XXVIII (1): pag. 233-256. Costa Rica, 2002.
- Virgilio Nasón Publio, “Bucólicas. Geórgicas”
Editorial Alianza. Madrid, 1986.
FICHA TÉCNICA
Vértigo
E.E.U.U.
1958
Dirección: Alfred Hitchcock
Guión: Alec Coppel y Samuel Taylor Basado en la novela de Boileau y Tomas Narcejak: “De entre los muertos”
Producción: Paramount Picture Corporation
Música: Bernard Herrmann
Títulos: Saúl Bass
Reparto:
John “Scottie” Fergusson: James Stewart
Madeleine Elster / Judy Burton: Kim Novak
Marjorie “Midge” Wood: Barbara Bel Geddes
Gavin Elster: Tom Helmore
[1] Eric Rohmer, “La hélice y la idea”, del libro “Hitchcock”, de C. Chabrol y E. Rohmer. Editorial Manantial.
[2] La recta y el círculo están implícitas en la palabra vértigo. En cuanto a la recta nos remite, con su significado de “miedo a precipitarse desde una altura”, a la idea de verticalidad (vertical: “Dicho de una recta o de un plano: Que es perpendicular a otra recta o plano horizontal.”), palabra que comparte raíz con vértigo. Y la idea de círculo emerge al derivar el término vértigo del latín vertīgo,-ĭnis, que significa “movimiento circular”. Significados extraídos del Diccionario de la Real Academia Española. Edición digital: http://buscon.rae.es/draeI/
[3] “… la hélice será ideal, sugerida por su cilindro de revolución, representado éste ya sea por el campo de visión de Stewart que sigue a Novak en automóvil, ya sea por la bóveda de árboles sobre la ruta, ya sea por el tronco de las sequoias, ya sea por el corredor que menciona Madeleine, y que Scottie encontrará en sueños (…), y muchos otros motivos que no podrán ser advertidos más que al cabo de múltiples visiones. La sección de sequoia milenaria y el travelling circular (de hecho es el tema el que gira) en torno al beso, pertenecen también a la misma familia de ideas. (Eric Rohmer, “La hélice y la idea”, del libro “Hitchcock”, de C. Chabrol y E. Rohmer. Editorial Manantial)
[4] Génesis 28, 10-12. Biblia de Jerusalén.
[5] Dante, “Divina comedia”, Infierno, canto XXXIV, 84.
[6] Dante, “Divina comedia”, Paraíso, canto XXI, 30-32.
[7] El paradigma del eje del mundo es el árbol del Paraíso, árbol arquetípico que une cielo y tierra.
[8] Jean Chevalier, “Diccionario de Símbolos”. Herder.
[9] La iluminación lograda por Scottie en el ascenso hacia el exterior de la torre, luego de atravesar la oscuridad de lo aparente, guarda íntima relación con el mito de la caverna platónica.
[10] Otra definición de vértigo, proporcionada por el diccionario de la RAE es: “Trastorno del sentido del equilibrio caracterizado por una sensación de movimiento rotatorio del cuerpo o de los objetos que lo rodean.” La ascensión y la revelación de la verdad sitúan a Scottie en su propio eje (relacionado con el axis mundis), restaurando así el equilibrio perdido. Diccionario RAE: www.rae.es/rae.html
[11] Podemos trazar una analogía con el mito de Edipo y la esfinge. Este monstruo se situó en una montaña al oeste de Tebas y planteaba a los viajeros enigmas que no podían resolver, y entonces los mataba. Sólo Edipo logro responder y el monstruo despechado se arrojó desde lo alto de la roca y se mató.
[12] G. K. Chesterton, “La cabeza del Cesar” en “La sabiduría de Padre Brown”. Editorial Valdemar.
[13] Leopoldo Marechal, “Laberinto de Amor”. Sur.
[14] Nuevamente aparece el símbolo de la torre; y es evidente, dado el nombre de ésta (Coit), el indudable simbolismo sexual.
[15] Hay ciertos dibujos llamados “dédalos” o “laberintos” que conjugan en sí la espiral y el laberinto. Durero tiene una serie llamada “Knoten” (nudos) inspirada en la “Concatenación” de Leonardo Da Vinci. Estos dibujos “…tienen estrecha relación con los laberintos, y más particularmente con los que se trazan en el embaldosado de ciertas iglesias medievales.” En efecto, en un gran número de iglesias medievales (Chartres, Amiens, Reims, etc.) se halla trazada la figura del laberinto al principiar la nave central. El simbolismo de dicho diseño es equivalente al de la “peregrinación a Tierra santa”. “…los laberintos que se trazaban otrora en las lajas del piso de ciertas iglesias, cuyo recorrido se consideraba (…) un sustituto del peregrinaje a Tierra Santa…” El punto dónde concluye ese recorrido “…no es sino la imagen de un centro espiritual, como todo lugar de iniciación lo es…”. Teniendo en cuenta esta relación entre espiral, laberinto e iglesia, no es para nada casual que el héroe hitchcockiano encuentre su “centro” en el ascenso de una escalera caracol que se eleva hacia el campanario de una iglesia. (Los textos en cursiva son de: René Guénon, “Símbolos fundamentales de la ciencia sagrada”)
[16] René Guénon, “Símbolos fundamentales de la ciencia sagrada”. Editorial Eudeba.
[17] Leopoldo Marechal, “Laberinto de Amor”. Sur.
[18] Según la leyenda esta sentencia estaba inscripta en el frontispicio de la academia platónica.
[19]Eric Rohmer, “La hélice y la idea”, del libro “Hitchcock”, de C. Chabrol y E. Rohmer. Editorial Manantial.
[20] Entendemos el término forma en el sentido platónico, como sinónimo del término idea: “Del lat. idĕa, y este del gr. ἰδέα, forma, apariencia”. Diccionario RAE: http://www.rae.es/
[21] “… el significado de la palabra arquetipo, se remonta a la tradición cultural del mundo griego. Typos, primitivamente, significa golpe, ruido hecho al golpear, marca dejada como consecuencia de un golpe. Arje agrega el sentido de principalidad, originalidad. Por tanto: golpe o marca original.” Padre Alfredo Sáenz, “Arquetipos cristianos”. Fundación Gratis Date.
[22] “La geometría tiene por objeto el conocimiento de lo que existe siempre.”[22] Platón, “La republica” libro VII. Obras completas, edición de Patricio de Azcárate, tomo 8. Madrid, 1872. Edición digital: www.filosofia.org/cla/pla/img/azf08051.pdf
[23] “Pitágoras denominaba mathematici a sus discípulos porque su enseñanza superior comenzaba con la doctrina de los números. La matemática (µαθησιs) abarcaba la totalidad del conocimiento o gnosis, la base del espíritu científico siguiendo el camino de la filosofía (φιλο-σοφια = amor a la sabiduría)” Carmen Bonell. “La divina proporción, Las formas geométricas”. Ediciones Up.
[24] “Por lo pronto veamos cuál es, entre todas las ciencias, aquella, que si no la hubiera conocido nunca el hombre, ó llegara a perderla, se vería reducido a ser el más simple e insensato de los animales. No es difícil encontrar esta ciencia, porque si se las examina una a una, ninguna produciría con más seguridad este efecto, que la que da al género humano el conocimiento del número…” Platón, “Epínomis o el filósofo”. Obras completas, edición de Patricio de Azcárate, tomo 11. Madrid 1872. Edición digital: www.filosofia.org/cla/pla/img/azf11137.pdf
[25] “Grecia dio a luz una élite mistérica muy singular, comandada por Pitágoras de Samos (…), cuyo eje de pensamiento era el orden cósmico impuesto por el número y sus infinitas combinaciones. Se atribuye a Pitágoras la introducción del nombre ‘filósofo’, mas su sentido primario de ‘amar a la sabiduría’ adquirió un valor religioso, pues es considerado el medio y el camino adecuados para la purificación espiritual y para la salvación del alma (metempsícosis).” Kattia Chinchilla Sánchez, “Taxonomía mítica: Una nueva forma de encarar los relatos”. Revista de Filología y Lingüística XXVIII (1): pag. 233-256.
[26] Aristóteles. «Metafísica», libro V. Obras de Aristóteles, Patricio Azcárate, tomo 10. Madrid, 1875. Edición digital: www.filosofia.org/cla/ari/azc10066.htm
[27] “La civilización moderna aparece en la historia como una verdadera anomalía: de todas las que conocemos, es la única que se haya desarrollado en un sentido puramente material, la única también que no se apoye en ningún principio de orden superior. Este desarrollo material, que continúa desde hace ya varios siglos y que va acelerándose de más en más, ha sido acompañado de una regresión intelectual, que ese desarrollo es harto incapaz de compensar. Se trata, entiéndase bien, de la verdadera y pura intelectualidad, que podría igualmente llamarse espiritualidad (…) ¿qué importa la verdad en un mundo cuyas aspiraciones son únicamente materiales y sentimentales?” René Guénon, “Símbolos fundamentales de la ciencia sagrada”. Editorial Eudeba.
[28] “… la geometría atrae al alma hacia la verdad, forma en ella el espíritu filosófico, obligándola a dirigir a lo alto sus miradas, en lugar de abatirlas, como suele hacerse, sobre las cosas de este mundo”. Platón, “La republica” libro VII. Obras completas, edición de Patricio de Azcárate, tomo 8. Madrid 1872. Edición digital: www.filosofia.org/cla/pla/img/azf08051.pdf
[29] «El cuaternario se ve como presupuesto por la manifestación, en el sentido de que la presencia de todos sus términos es necesaria para el desarrollo completo de las posibilidades que ella comporta y por eso en el orden de las cosas manifestadas se encuentra siempre particularmente la señal del cuaternario; de ahí por ejemplo: los cuatro elementos…» (tierra, agua, aire y fuego) en que se diferencia y con los cuales necesariamente se constituye la materia. También los cuatro puntos cardinales (norte, sur, este y oeste) que son las direcciones en que se desenvuelve el espacio terrestre. La simbólica del cuadrado también podemos apreciarla en el orden cuaternario de la naturaleza y de las etapas de la vida humana: invierno-primavera-verano-otoño / infancia-juventud-madurez-vejez. El texto entrecomillado pertenece a René Guénon, “Símbolos fundamentales de la ciencia sagrada”. Editorial Eudeba.
[30] El diez «… tiene el sentido de la totalidad, del acabamiento, del retorno a la Unidad tras el desarrollo del ciclo de los nueve primeros números.» Su representación geométrica es el círculo. El círculo es una figura que no tiene quiebres, el movimiento circular es perfecto, inmutable, sin comienzo ni fin, ni variaciones. El círculo es la forma en que se representa el retorno a la Unidad. Es el regreso de lo manifestado, de la multiplicidad a su Principio, a su Origen. Figura tan simple y tan perfecta, fue tomada por la tradición como símbolo de la unidad principal y del cielo, y por extensión de lo espiritual. El círculo expresa el soplo de la divinidad sin comienzo ni fin. El texto entrecomillado pertenece a Jean Chevalier, “Diccionario de los Símbolos”. Herder.
[31] Jean Chevalier, “Diccionario de Símbolos”. Herder.
[32] Cuando Cristo resucita se reencuentra con sus discípulos al octavo día. “Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: «La paz con vosotros.” Evangelio de San Juan 20, 26. Biblia de Jerusalén.
[33] “Y bendijo Dios el día séptimo y lo santificó; porque en él cesó Dios de toda la obra creadora que Dios había hecho.” Génesis 2, 3. Biblia de Jerusalén.
[34] El esquema de este modelo podemos apreciarlo en el patrón que muestran las teclas blancas del piano, saltando las teclas negras, siguiendo la secuencia DO, RE, MI, FA, SOL, LA, SI, DO. Una octava es el intervalo que separa dos sonidos cuyas frecuencias fundamentales tienen una relación de dos a uno. Ejemplo de octava: el la4 de 880 Hz está una octava por encima respecto a la3 de 440 Hz.
[35] “…la línea vertical y (…) la línea horizontal (son) tomadas para simbolizar respectivamente el Cielo y la Tierra.” Rene Guénon, “La gran triada”. Paidós Orientalia.
[36] El ocho dibujado horizontalmente es el símbolo matemático del infinito.
[37] Alicia Sánchez Ortiz, “De lo visible a lo legible, el color en la iconografía cristiana”. Universidad Complutense de Madrid, Facultad de bellas artes departamento de pintura-restauración.
[38] “En los monumentos simbólicos de la edad media Jesucristo lleva la túnica violeta durante la pasión, es decir cuando ha asumido completamente su encarnación y en el momento de consumar su sacrificio, cuando marida totalmente en sí mismo al hombre, hijo de la tierra, al que va a redimir, con el Espíritu celestial imperecedero, al cual va a retornar.” Frédéric Portal“El simbolismo de los colores”. Editorial José J. de Olañeta.
[39] Rene Guénon, “Regnabit”. Edición digital.
[40] En el departamento de Midge, Scottie intenta establecer un método para curarse de la acrofobia y se eleva sobre un banco con el bastón en sus manos en posición horizontal, mira hacia arriba y luego hacia abajo. Superada esta prueba se sube a un banco-escalera de tres peldaños y la visión del precipicio por la ventana del departamento le provoca un desmayo.
[41] Píndaro (Trenos, Frag. 10), citado por Mircea Eliade en “Historia de las creencias y las ideas religiosas” Volumen II. Editorial Paidós.
[42] Jean Chevalier, “Diccionario de los Símbolos”. Herder.
[43] Ibídem.
[44] Titus Burckhardt, “Alquimia”. Editorial Paidós.
[45] Luego de sufrir la pesadilla, Scottie es internado en un centro psiquiátrico. Lo vemos ido y sin poder emitir palabra alguna. La imposibilidad del habla y la perdida de orientación son síntomas que expresan a una persona con la identidad resquebrajada.
[46] Sepultar a los muertos es una costumbre de los pueblos sedentarios agrícolas que esperan un nuevo nacimiento luego de la muerte, como imagen de la regeneración cíclica que opera la naturaleza con la vegetación.
[47] El neófito parece operar un proceso de regresión, su nuevo nacimiento se compara a un retorno al estado fetal en el vientre de la madre (tierra).
[48] “… el regressus ad uterum constituye un leitmotiv del taoísmo. Un texto del taoísmo moderno sincretista se expresa en estos términos: «por eso es por lo que el (Buda)… en su gran misericordia, ha revelado el método del trabajo (alquímico) del Fuego y ha enseñado a los hombres a penetrar de nuevo en la matriz para rehacer su naturaleza (verdadera) y (la plenitud de) su parte de vida”» Mircea Eliade, “Herreros y alquimistas”, Alianza editorial.
[49] Jean Chevalier, “Diccionario de los Símbolos”. Herder.
[50] Ciudad agrícola que se encuentra a treinta kilómetros de Atenas.
[51] Perséfone, en griego antiguo Περσεφόνη Persephónē, “la que lleva la muerte”. La joven doncella, llamada hasta entonces Koré, Κόρη, “hija”, es raptada por Hades convirtiéndose en la reina del Inframundo.
[52] Deméter o Demetra, en griego antiguo Δημήτηρ o Δημητρα, “diosa madre” o quizás “madre distribuidora”, quizá del sustantivo indoeuropeo *dheghom *mater. Deméter es la diosa griega de la agricultura, nutricia pura de la tierra verde y joven, ciclo vivificador de la vida y la muerte.
[53] Es interesante detenerse en este punto y relacionar la regeneración de la vegetación con la utilización que Hitchcock hace del color verde cuando, de alguna manera, “resucita” a Madeleine en el cuerpo de Judy.
[54] Catábasis o Katabasis, del griego κατὰ, «abajo» βαίνω «avance».
[55] Mircea Eliade, “Historia de las creencias y las ideas religiosas” volumen II. Editorial Paidós.
[56] Gracias al hechizo que sus melodías producían, Orfeo pudo adentrase en el Tártaro. Primero embelesó con su música al barquero Caronte, que consintió en llevarle a través de los pantanos del Aqueronte. Después sus cantos embrujaron a Cerbero, el perro que cuida la entrada del Hades. Su música tuvo el poder de detener los suplicios de los condenados, la rueda de Ixión dejó de girar, la piedra de Sísifo quedó en equilibrio, Tántalo olvidó momentáneamente su eterna hambre y sed, las Danaides dejaron de llenar su tonel sin fondo. Tampoco los tres jueces infernales, Minos, Éaco y Radamantis quedaron indiferentes ante su música. Impresionados los dioses del Tártaro, Hades y Perséfone, ante tales pruebas de amor y habilidad, consintieron en devolverle a su amada.
[57] Pierre Grimal, “Diccionario de mitología griega y romana”. Editorial Paidós.
[58] Según el mito, el descenso al inframundo inspiró a Orfeo el conocimiento esencial del mundo de los muertos y de los vivos, y le permitió ser el gran mistagogo instaurador de los misterios eleusinos en la antigua Grecia.
[59] También podemos encontrar el relato del mito de Eurídice y Orfeo en el libro X de La Metamorfosis de Ovidio (poeta romano, 43 a. C. – 17 d. C.)
[60] Podemos encontrar otra analogía entre Orfeo y Scottie: Las Ménades tracias despedazaron a Orfeo y dispersaron sus miembros. Su cabeza fue arrojada al río Hebrón y llegó nadando y sin dejar de cantar hasta Lesbos, donde fue recogida piadosamente y sirvió a partir de entonces de oráculo (Ver Libro XI de La Metamorfosis de Ovidio). Y Scottie en su sueño luego de caer en el inframundo es desmembrado y vemos su cabeza suspendida en lo que parece un túnel.
[61] Neófito: del latín neophytus, y este del griego antiguo νεόφυτος (neóphytos), a su vez de νέος (néos), “nuevo” y φυτόν (phytón), “retoño”, “brote”. Y aquí, en la palabra neófito tenemos otra vez la relación con el mito agrícola de la renovación vegetal.
[62] Evangelio según San Juan 3, 3-5, Biblia de Jerusalén
[63] Tomando en consideración la Kábala hebrea, “…en el árbol sephirótico, la «columna de la derecha» es el lado de la Misericordia, y la «columna de la izquierda» es el lado del Rigor; así pues, debemos reencontrar también estos dos aspectos en la Shekinah, y podemos precisar ya, para vincular esto a lo que precede, que, bajo una cierta relación al menos, el Rigor se identifica a la Justicia y la Misericordia a la Paz. «Si el hombre peca y se aleja de la Shekinah, cae bajo el poder de las potencias (Sârim) que dependen del Rigor», y entonces la Shekinah es llamada «mano de rigor», lo que recuerda inmediatamente el símbolo bien conocido de la «mano de la justicia»; pero, al contrario, «si el hombre se acerca a la Shekinah, se libera», y la Shekinah es la «la mano derecha» de Dios, es decir, que la mano de «justicia» deviene entonces la «mano que bendice.” El árbol sephirótico es un símbolo axial, eje del mundo. Y si consideramos la tradición taoísta: “La Vía del Cielo prefiere la derecha, el Sol y la Luna se desplazan hacia el Occidente; la Vía de la Tierra prefiere la izquierda, el curso del agua corre hacia el Oriente; igualmente se les dispone arriba (es decir, que uno y otro de ambos lados tienen títulos a la preeminencia)» Tcheou-li. Ambos textos son de Rene Guénon, el primero de “El rey del mundo” y el segundo de “La gran triada”.
[64] René Guénon, “Símbolos fundamentales de la ciencia sagrada”. Editorial Eudeba
[65] “Al consagrar el agua, el sacerdote traza sobre la superficie, con su aliento, un signo con la forma de la letra griega psi, inicial de la palabra psykhè; lo cual es muy significativo a ese respecto, pues, efectivamente, el influjo al cual el agua consagrada sirve de vehículo debe operar en el orden psíquico; y es fácil ver también la relación de ese rito con el “hálito vital” de que hablábamos poco antes.” René Guénon, “Símbolos fundamentales de la ciencia sagrada”. Editorial Eudeba.
[66] El templo de planta octogonal es muy frecuente en el cristianismo y se utilizó exclusivamente como templo funerario o bautismal -baptisterio-, es decir, para la salida y entrada a la vida. El más famoso en Europa es el Baptisterio de Florencia.
[67] Mircea Eliade, “Lo sagrado y lo profano”. Editorial Labor.