Walter Ferrarotti

noviembre 30, 2011

Filed under: Crash de J. G. Ballard — Walter Ferrarotti @ 3:08 pm
Tags: , , , , , , ,

CRASH [1]

EL CUERPO COLONIZADO

Walter D. Ferrarotti

En el prólogo de Crash, J. G. Ballard entabla una cruzada en dos direcciones. La primera confrontando con la novela moderna, heredera de la novela del siglo XIX, y en la segunda direcciona sus críticas hacia el interior de la ciencia ficción. Esta doble cruzada adquiere estatus de manifiesto político, en dónde J. G. Ballard sienta las bases de la posición que debe adoptar el escritor frente a los desafíos que el siglo XX le plantea al manifestar una realidad que es superada día a día por los avances científicos-tecnológicos.

1.   CIENCIA FICCIÓN VS. NOVELA MODERNA

«… es en América donde fluye el río de la novela de hoy. Los primos yanquis de Galahad van a buscar el Graal a las estrellas. La verdadera literatura norteamericana no es Faulkner, Hemingway y sus semejantes, descendientes anémicos de Zola, rama extenuada de la literatura europea del s. XIX: es Bradbury, Simak, Van Vogt, Asimov, Miller, Knight, Blish y mil otros…» [1] Rene Barjavel.
 
“Entonces pensaba, y lo sigo pensando, que en muchos aspectos la ciencia ficción era la auténtica literatura del siglo xx…” [2] J. G. Ballard.

En su ajuste de cuentas con la novela moderna, J. G. Ballard le reprocha la imposibilidad de desmarcarse de los paradigmas psicológicos y sociales decimonónicos, y de trasladarlos sin solución de continuidad al siglo XX, sin tener en cuenta la considerable distancia material y espiritual que separa a ambas centurias. “La característica dominante de la novela moderna es su preocupación por el aislamiento del individuo, la atmósfera de introspección y alienación, un estado mental que se presenta siempre como si fuera la marca distintiva de la conciencia del siglo XX. … a mi juicio esta psicología procede totalmente del siglo pasado, e ilustra la reacción contra las presiones de la sociedad burguesa, el carácter monolítico de la era victoriana y la figura tiránica del pater familias parapetado en su autoridad sexual y económica. … si algo distingue al siglo XX es por cierto el optimismo, la iconografía del producto de masas, la ingenuidad, el gozo libre de culpa de todas las posibilidades de la mente[3]. Según J. G. Ballard, este lastre que la novela contemporánea carga consigo la inhibe de poder dar una respuesta efectiva a los cuestionamientos que el siglo XX le presenta al hombre. El avance acelerado de la ciencia y la tecnología, la explosiva dinámica de la sociedades industriales, el consumo de masas, la publicidad, la política anexada al marketing, la construcción de nuevas mitologías generadas en la usinas de los nacientes medios de comunicación, la liberación del hombre de los preceptos morales y religiosos, y fundamentalmente, el surgimiento de lo que J. G. Ballard llama el hecho capital del siglo XX “… la aparición del concepto de posibilidad ilimitada”[4]. La ciencia y la tecnología transforman día a día la vida cotidiana y en esa operación el hombre recibe un mensaje que se inscribe a fuego en su psiquis: “Todo es posible”[5].  “No parece haber género mejor equipado que la ciencia ficción para explorar este inmenso continente de lo posible. Ninguna otra forma narrativa dispone de un repertorio de imágenes e ideas adecuadas para tratar el presente, y mucho menos el porvenir”[6].

 2.   CIENCIA FICCIÓN VS. CIENCIA FICCIÓN

“A mediados de los cincuenta, había unas veinte revistas de ciencia ficción comerciales que se vendían mensualmente en EEUU y Canadá. Algunas (…), estaban dedicadas profusamente a los viajes espaciales y a los relatos sobre un despiadado futuro tecnológico. Aquellas historias sobre planetas, no tardaron en aburrirme. Como precursoras de Star Trek, describían un universo colonizado por el imperio de EEUU y convertido en un infierno de alegría y optimismo, un barrio residencial estadounidense de los 50 lleno de buenas intenciones y habitado por vendedoras de Avon con trajes espaciales”.[7] J. G. Ballard.

J. G. Ballard, como un hereje que cuestiona su propia tradición, confronta hacia el interior de la ciencia ficción reprochándole sus temáticas pueriles y escapistas, el desembozado optimismo en la tecnología, el abuso de los viajes al espacio exterior y, fundamentalmente, el haber perdido la capacidad prospectiva que debía caracterizarla. “El porvenir entrevisto por los autores de la década del 40 y el 50 es ya nuestro pasado”[8]. Toda la imaginería cientificista del espacio exterior[9] edificada por la ciencia ficción clásica fue reducida a escombros cuando los ingenieros de la NASA pusieron en órbita el primer satélite artificial. J. G. Ballard, influenciado por el surrealismo y el psicoanálisis[10], pugnaba por el sondeo del “espacio interior” en contraposición a la exploración del “espacio exterior” promovido por la “vieja” ciencia ficción. “Pienso que todos los fundamentos de la ficción y la realidad en el mundo parecen haberse invertido. Quizás hace cien años, la gente tenía en sus mentes una clara distinción entre realidad exterior (…) y el mundo de los sueños diurnos, que llamaremos el mundo de la mente. Pienso que esa relación se ha invertido del todo, de modo que los mayores productores de ficción en la actualidad están en la realidad exterior; son los materiales de la vida diaria… Pienso que está por aparecer una ficción especulativa tal vez mucho más privada e ‘introvertida’ para describir algo, que según pienso, son los paisajes del alma[11]. J. G. Ballard se propone hacer el recuento de los daños producidos por la colisión entre la psiquis humana y la tecnología, convirtiéndose en “el cronista de la experiencia humana contemporánea afectada por la usinas de objetos de consumo doméstico, por el aparataje industrial pseudofuturista devenido en acontecimiento psíquico y por la mutua pertenencia entre cultura de ocio y los impulsos criminales del ciudadano modelo. Tal es nuestro auténtico paisaje lunar”[12]. El hombre de la sociedad moderna es bombardeado por un flujo incesante de información que trastoca la percepción de lo que es real e irreal, creando un mundo de simulacros, y haciéndosele imposible discernir cabalmente entre la realidad y la ficción. J. G. Ballard afirma que el único refugio de realidad que aún queda se encuentra en nuestras cabezas. El escritor ya no puede imaginar el futuro, ni inventar ficciones. “Vivimos dentro de una gran novela. Cada vez es menos necesario que el escritor invente un contenido ficticio. La ficción ya está ahí. La tarea del escritor es inventar la realidad”[13]. La función del escritor sufrió un cambio radical, ahora debe operar como el científico frente a un acontecimiento desconocido, sin preconceptos y sin prejuicios, “… el escritor ya no sabe nada. No hay en él una actitud moral (…) Todo lo que puede hacer es esbozar varias hipótesis y confrontarlas con los hechos”[14]. En Crash, J. G. Ballard despliega su teoría del “espacio interior” y utiliza la pluma como si fuera un bisturí con el cual disecciona la mente de sus personajes exponiendo crudamente la invasión tecnológica sobre la psiquis del hombre.

3.   “CRASH”. EL ARGUMENTO

(ADVERTENCIA: Dado que el autor y el personaje principal de la novela comparten el mismo nombre, llamaremos J. G. Ballard al autor y Ballard, a secas, al narrador-protagonista)

Ballard, director de cine publicitario, sufre un accidente automovilístico con la Dra. Helen Remington y su esposo, quien muere instantáneamente. En su estadía en el hospital se ve abrumado por infinidad de fantasías sexuales que lo acechan placenteramente. ”Esta obsesión con las posibilidades sexuales de todo lo que me rodea se me había desencadenado luego del choque”[15], afirma Ballard percibiendo la apertura de una nueva sexualidad surgida de la “colisión” entre lo humano y la máquina-automóvil. Luego descubre que un hombre lo sigue con una cámara fotográfica, es el Dr. Robert Vaughan a quien había visto en el hospital con la Dra. Helen Remington. “… el Dr. Robert Vaughan  (…) uno de los primeros científicos de nuevo estilo de la televisión…”[16], recuerda Ballard. Vaughan tiene una fijación enfermiza con los accidentes automovilísticos. Éste “… asocia el placer sexual con la velocidad, los cromados y tapizados, las mutilaciones y las heridas; se ha pasado años estudiando fotos y películas de accidentes y sueña con un choque atroz, una cópula de sangre donde perezca Elizabeth Taylor. Poco a poco, arrastra a “Ballard” en su locura”.[17] Ballard, su mujer Catherine, y Helen van a entablar una inquietante relación con Vaughan quien los guiará hacia el perverso fetichismo de los accidentes de autos. Montando un viejo Lincoln, Ballard y Vaughan se lanzan al vértigo de las autopistas convirtiéndose en voyeurs de accidentes automovilísticos y en compañeros de violentas experiencias sexuales. Ballard se siente cada vez más atraído por Vaughan: “En mis fantasías (…) me veía sodomizando a Vaughan, como si solo este acto pudiera descifrar los códigos de una tecnología desviada”[18]. Bajo los efectos del LSD, Ballard cumple su fantasía y sodomiza a Vaughan, quien intenta culminar su orgasmo aplastándolo con su auto. Unos días después Vaughan muere «… en un último choque»[19] y Ballard se dispone a preparar su “… propia muerte automovilística”[20].

4.   LAS NUPCIAS ENTRE EL SEXO Y LA TECNOLOGÍA

a)    Un mundo distópico

La narración de Crash se desarrolla en primera persona del singular. J. G. Ballard le cede su nombre al protagonista-narrador, confluyendo de esta manera, en el nivel de la enunciación, las funciones de enunciador y narrador en un mismo nombre propio. El relato comienza en tiempo presente con un obituario: «Vaughan murió ayer en un último choque»[21]. Luego, Ballard realiza un racconto y traslada el relato hacia el pasado para retornar al presente al final de novela. El narrador inaugura la narración y clausura la historia con esa primera línea que abre el relato. Ballard desnuda un mundo distópico[22] en dónde los protagonistas, obsesionados con los accidentes de autos y el sexo, están atrapados en un círculo infernal de violencia sexual, mutilaciones y velocidad, revelándose a un mismo tiempo como oficiantes y víctimas propiciatorias del siniestro ritual que consuma las bodas entre el sexo y la tecnología. Crash, sin perder actualidad con el paso del tiempo, nos alerta sobre el presente, mostrándonos un mundo distópico, una anti-utopía superada sobradamente por la realidad.

b)    Utopía y Apocalipsis

Un escenario tecnológico construido de cemento y acero, las  autopistas, el aeropuerto, el estadio de futbol de Northolt con su exhibición de accidentes automovilísticos, la exposición de automóviles en Earls Ourt, los amplios estacionamientos, las estaciones de servicio, los cementerios de automóviles y los depósitos de chatarras[23], son los paisajes por los cuales nos conduce Ballard a lo largo de Crash. Detrás de estos escenarios subyace un universo industrial tecnológico edificado alrededor de la “máquina-automóvil” como fetiche de prosperidad, revelándonos el corazón de un mundo híper-capitalista. Los personajes, que se desplazan en este teatro tecnológico, son todos profesionales (Ballard es director de cine publicitario, Helen es médica, Vaughan científico y Catherine es empleada de Pan Am y tiene una pequeña empresa de vuelos chárter) que pertenecen a la burguesía y no padecen ninguna necesidad material. En el universo de Crash el capitalismo alcanzó su utopía material, un mundo dónde “… la tecnología vuelta mercancía traería a las sociedades industriales un nivel de confort y placer que haría que el sufrimiento humano desapareciera de una buena vez”[24]. En el imaginario del paradigma capitalista estos personajes tendrían todo para ser felices, pero esto no sucede. No sólo no desapareció el sufrimiento de la humanidad sino que además murió el afecto[25]; ahora hechos como la muerte o el sexo son experimentados como “… actos conceptualizados y despojados de todo sentimiento, cargados de cualquier idea o emoción que nosotros quisiéramos ponerles”[26]. Los personajes de Crash son víctimas de una sociedad autómata y mecanizada, sus sentimientos fueron mutilados y, así, son condenados a sus “… placeres más tiernos y reales”[27], y a sus obsesiones más lúgubres. Obscuros, vacuos e insatisfechos están obsesionados con los accidentes de autos, las mutilaciones y el sexo, habitando un mundo estéril y postrero, un mundo dónde el apocalipsis ya sucedió pero ninguno de los personajes fue advertido de ello. En el capitalismo “… la utopía se confunde con el apocalipsis porque no hay distancia que los separe, el fracaso de la utopía es su propia naturaleza. … el apocalipsis es la continuación natural para una sociedad dedicada a un consumo y una producción ilimitada de mercancías siempre nuevas. La propia vida de la sociedad de consumo, dedicada a la destrucción de la propia producción y de los recursos naturales, es la utopía y el apocalipsis”[28]. Utopía y apocalipsis se confunden como las dos caras de una misma moneda en un mundo tecnológico librado a su suerte, “… una tecnología abandonada a sí misma” [29], nos dice Ballard.

c)    La velocidad de las máquinas

Ya nadie sabe cómo detener este dispositivo anómalo que produce y destruye a un ritmo incesante, y a una velocidad siempre creciente. El mundo industrial tecnológico no puede detenerse y debe generarse y regenerarse constantemente para mantener el dispositivo siempre en funcionamiento y siempre renovado[30]. La velocidad asociada a la eficiencia, es el corazón de este universo, y es también un germen que este dispositivo tecnológico inocula en los protagonistas, quienes colonizados por la lógica de la máquina[31] están obsesionados por la velocidad. Luego de tomar LSD en compañía de Vaughan, Ballard tiene una visión, comparable, salvando las distancias, con una visión beatífica: “A medida que la velocidad de estos vehículos parecía aumentar, me sentí elevado hacia el carril rápido, y los autos avanzaron en línea recta hacia nosotros como enormes carruseles de luz acelerada”[32].

d)    El presente eterno

En esa carrera a toda velocidad hacia la nada, el tiempo se dilata y el espacio se contrae. Por eso en la novela el relato se ralentiza en la reiteración de situaciones, gestos, poses y palabras. Las morosas descripciones de los accidentes y de las colisiones sexuales parecieran ser expuestas en cámara lenta paralizando de una forma exasperada la temporalidad de la acción. El tiempo se estira hasta el hartazgo en un presente perpetuo que aprisiona y oprime a los personajes de la novela, extirpándoles el porvenir. Este presente eterno es el presente de los tiempos tecnológicos devorador del futuro y del espacio[33], es el mismo presente que postulara J. G. Ballard en el prólogo de Crash: “… el futuro está dejando de existir, devorado por un presente insaciable”[34]. El dispositivo científico-tecnológico, con su velocidad de producción y reproducción, se anticipa a la capacidad del hombre de asimilar los avances técnicos, y así la imagen secuencial pasado-presente-futuro estalla en mil pedazos, trastocando de esta manera la perspectiva humana del tiempo, del espacio y de las relaciones interpersonales. J. G. Ballard nos alecciona: “Nuestros conceptos del pasado, presente y futuro necesitan ser revisados”[35].

e)    El sexo de los mutantes

La lógica de la tecnología colonizó la psique y los cuerpos[36] de la personas, consagrando la unión entre la máquina y lo humano, e inaugurando una nueva “arcadia”[37], un mundo post-humano poblado por seres híbridos. Y en este nuevo orden tecnológico se configuran nuevas formas de subjetividad y también una “nueva carne”. Los cuerpos son despojados de sus antiguas funciones y adquieren otras nuevas para poder internalizar el nuevo mundo tecnológico. “El cuerpo ha dejado de ser algo natural. Proliferan los implantes y los injertos en una rediseño paroxista del cuerpo humano, sometido ya no sólo a la auscultación, sino a su hibridación, fragmentación e incluso a su vaciamiento. El cuerpo ha dejado de ser natural, ingiere alimentos elaborados agro-tecnológicamente; se somete a trasplantes,  recibe prótesis diseñadas para servirle de extensión”[38]. De la colisión entre la tecnología (el automóvil en el caso de Crash) y el ser humano, emergen seres mutantes con nuevos órganos, que traen consigo una nueva erotización del cuerpo. Ballard nos relata sus fantasías mientras abraza a Gabrielle luego de un encuentro sexual en el interior de un auto: “Imaginé a Catherine víctima de un impacto brutal, la boca y la cara destrozadas, un orificio nuevo e incesante que la astillada columna de dirección le había abierto en el perineo, un orificio que no era vagina ni recto y que podíamos animar con nuestros afectos más profundos. Imaginé las heridas de actrices de cine y personajes de televisión, en cuyos cuerpos florecerían múltiples orificios suplementarios, puntos de conjunción sexual con el público nacidos de la tortuosa tecnología del automóvil”[39]. Estos nuevos órganos sexuales se abren en el cuerpo para consagrar la unión indisoluble entre cuerpo y máquina, manifestando “… las posibilidades de una sexualidad totalmente nueva”[40]. Nuevos orificios que se constituyen en un límite lábil, voluptuoso, siempre deseoso de ser traspasado. “Para Lacan, la función erótica está relacionada directamente por la función de corte o borde, y por dicha razón, los orificios básicos del cuerpo son los más erotizados, pues crean una frontera significante entre el adentro y el afuera, entre el sujeto y el Otro (Lacan, 1995).”[41] El Otro, en este caso, es la máquina que se sitúa siempre en los bordes del cuerpo[42]. En el intercambio que se produce al desdibujarse las fronteras, emerge la máquina humanizada[43] y lo humano tecnologizado[44], dando lugar a una corriente de tierna empatía. Ballard nos revela sus sentimientos hacia el auto de Vaughan: “Una calma profunda me invadió el cuerpo y que era en parte mi amor por Vaughan, y en parte la ternura que yo sentía por este recinto metálico en que estábamos sentados”[45].

f)     Eros y Tánatos

En Crash la cópula máquina-humano da lugar a las “… nupcias entre el sexo y la tecnología…”[46]; las relaciones sexuales sólo tienen lugar en automóviles, “… como si solo el coche pudiera provocar el elemento que daba sentido al acto sexual”[47]. El cuerpo solo es deseable cuando está en conexión con la tecnología[48]. Esta tecno-sexualidad alcanza su clímax en los accidentes de autos, lugar dónde se confunden órganos, miembros y partes del cuerpo con las piezas cromadas, metálicas y vinílicas de los automóviles. Ballard nos relata el accidente de una conductora de televisión: “Imagine el choque en cámara lenta (…) Imagine a la mujer embistiendo el tablero, doblando la columna de dirección bajo el tórax de pechos pesados; las manos delgadas, (…) eludían los bordes afilados de los mandos y el cenicero; la cara ensimismada, (…) golpeaba el borde superior del volante; (…) Todos los espectadores (…) se llevarían una misma imagen de esta metamorfosis violenta: el complejo de heridas que fusionaba la sexualidad de esta mujer con la dura tecnología del automóvil”[49]. Los personajes de Crash prisioneros de sus instintos y librados de sus sentimientos caen en la práctica de una sexualidad nihilista, perversa y violenta, transformándose sus cuerpos en el lecho nupcial que cobijará a los opuestos Eros y Tánatos[50], el “… matrimonio de la violencia y el deseo”[51]. En Crash, es en los accidentes dónde la unión dimórfica automóvil-humano encuentra la vía regía de su realización, y la perfección de esta amalgama sólo puede lograrse mediante el sacrificio ritual en el altar de la tecnología. Ese es el objetivo y la obsesión de Vaughan, morir en un accidente de coches para fundirse de una vez y para siempre en la máquina-automóvil.

g)    El cuerpo nuevo: una aleación de carne y metal

“Vaughan murió ayer en el último choque”[52] nos anuncia Ballard en el comienzo de la narración. Luego remonta en la historia para contarnos la “pasión” de Vaughan en su calvario tecnológico, y paralelamente su propio camino de iniciación en los “misterios” de los accidentes automovilísticos. Ballard comienza su vía iniciática con el accidente que sufre al inicio del relato: “El accidente había sido la única experiencia auténtica de los últimos años”[53]. Luego traba relación con Vaughan, con quien se identifica progresivamente a lo largo de la novela. Éste es una especie de mistagogo, un iniciador en los “misterios” de la violenta cópula entre el automóvil y el cuerpo humano; y Ballard se convierte en su discípulo. “Vaughan estaba detrás de mí, como un maestro de escuela dispuesto a ayudar a un discípulo promisorio”[54]. Vaughan es el profeta del “cuerpo nuevo”, gestado con sangre, semen, líquido refrigerante y metal; y en el sacrificio que va a celebrar con su propio cuerpo en el altar de la tecnología, configura el modelo que debe seguir su adepto. Cuando Vaughan concreta su sacrificio en un planificado accidente con el auto de Ballard, la policía lo confunde con él: “… el cuerpo de Vaughan estaba tan desfigurado a causa del impacto (…) que al principio la policía lo confundió conmigo”[55]. El deceso de Vaughan y esta confusión de identidades son índices del final del proceso de iniciación de Ballard; que, como el neófito en los ritos iniciáticos, debe morir para alcanzar una nueva identidad. Ballard muere simbólicamente con Vaughan, y se reconstituye en una nueva individualidad al asimilar a Vaughan e internalizarlo como una proyección de su psiquis. “Yo estaba cada vez más convencido de que Vaughan era una proyección de mis propias fantasías y obsesiones…”[56]. Ballard comprende que para fundirse plenamente con su mentor debe emular su sacrifico e inmolarse en el ara de los choques de autos: “Supe entonces que yo estaba preparando los materiales de mi propia muerte automovilística”[57]. Y así, en su futura muerte se fusionará plenamente con Vaughan, y con los hierros cromados y retorcidos de la máquina-automóvil, con la esperanza de resucitar en un cuerpo nuevo hecho de una aleación de carne y metal. “Supe que Vaughan en realidad nunca podía morir en un accidente, pues de algún modo renacería de las rejas retorcidas del radiador y la cascada de vidrio del parabrisas”[58].

5.   BIOGRAFÍA DE J. G. BALLARD

J. G. Ballard nace en Shangái, el 18 de noviembre de 1930. Y fallece el 19 de abril de 2009, víctima de un cáncer de próstata. Durante la segunda guerra mundial fue encerrado junto con su familia en un campo de concentración japonés. Las vivencias de este período fueron narradas en su novela “El imperio del sol»[59]. Luego de la guerra se afinca con su familia en Gran Bretaña, en la ciudad de Shepperton (escenario de Crash). Comienza estudios de medicina pero luego de dos años los abandona. Trabaja como redactor en un periódico especializado y luego se incorpora como piloto en la fuerza aérea inglesa y lo destinan a Canadá. Más tarde trabaja como adjunto a la dirección de una revista científica. Y por fin a mediados de la década del 50 comienza a publicar sus cuentos, dedicándose por completo a la literatura. En los años 60 se convierte en uno de los autores de referencia de la llamada “Nueva Ola”, un movimiento de vanguardia que arriba a la escena literaria para sacudir la modorra de la ciencia ficción, un género que se estaba anquilosando en los relatos de viajes espaciales[60]. Dentro de esta corriente también encontramos a Aldiss, Brunner, Philip K. Dick y Burroughs entre otros.

6.   BIBLIOGRAFÍA

  •  Ballard, James Graham

“Crash”, Editorial Minotauro, Buenos Aires, 1984.

“Credo”, Revista “El Péndulo”, Buenos Aires, 1984.

“Milagros de vida”, Editorial Mondadori, Barcelona, 2008.

“Notas de ninguna parte”, Revista El Péndulo N° 1, Buenos Aires, 1981. Entrevista a J. G.  Ballard en “Magazine Littéraire” número 87. Francia, abril de 1974.

J. G. Ballard citado en: “Revista Instituto de Arte Americano e investigaciones estéticas”, N° 105. “Arte, cuerpo, identidad en el contexto urbano”. UBA, Buenos Aires. Edición digital: http://www.iaa.fadu.uba.ar/publicaciones/critica/0105.pdf.

  •  Capanna, Pablo

El sentido de la ciencia-ficción”, Editorial Columba, Buenos Aires, 1966.

“J. G. Ballard: El tiempo desolado”. Editorial Almagesto, Bs. As., 1993.

“Las máquinas…”, Suplemento Futuro de Pagina 12, Buenos Aires, 2 de febrero de 2008.

  • Ferrer, Christian y Kozak, Claudia

“Ballard: Una autopista al futuro interior”, Revista Artefacto Nº 4, 2001.

  •  Fernández Parmo, Guido

J. G. Ballard: La sociedad burguesa entre la utopía y el apocalipsis”, Ed. Digital:  http://es.scribd.com/doc/55980903/J-G-Ballard-la-sociedad-burguesa-entre-la-utopia-y-el-apocalipsis

  • Freud, Sigmund

“El malestar en la cultura”, Edición digital: http://www.librodot.com

  • Gandolfo, Elvio E.

 “James Graham Ballard. Una vida sacudiendo las jaulas de los demás”, Suplemento Cultura del Diario Perfil, Buenos Aires, 19 de octubre de 2008.

  • Rojo, Pepe

“Tócame, estoy enfermo”. Revista digital El Replicante, Octubre de 2011. http://revistareplicante.com/wp-content/uploads/2011/10/T%C3%B3came-estoy-enfermo.pdf

  • Sadoul, Jacques

“Historia de la ciencia-ficción moderna (1911-1971)”, Plaza & Janes, S. A. Editores, Barcelona, 1975.

  •  Vásquez Rocca, Adolfo

“Las metáforas del cuerpo en la filosofía de Jean-Luc Nancy; nueva carne, cuerpo sin órganos y escatología de la enfermedad”. Universidad Complutense de Madrid, Madrid, 2008.

  • Virilio, Paul

Estética de la desaparición”, Editorial Anagrama, Barcelona, 1998.

“El Cibermundo, la política de lo peor”, entrevista con Philippe Petit. Ediciones Cátedra, Madrid, 1997.

  • Volnovich, Yamila

“Crash: topología de la velocidad”, Edición digital.


[1] Nouvelles Littéraires ll/X/1962, entrevista a Barjavel, Rene (citado por Pablo Capanna en “El sentido de la ciencia-ficción”, Editorial Columba, Buenos Aires, 1966.).

[2] “Milagros de vida”, J. G. Ballard. Editorial Mondadori, Barcelona, 2008.

[3] “Crash”, Prólogo, pág. 8-9.

[4] “Crash”, Prólogo, pág. 9.

[5] “Vivimos en un mundo casi infantil dónde todo deseo, cualquier posibilidad, trátese de estilos de vida, viajes, identidades sexuales, puede ser satisfecho enseguida”. Crash, Prólogo, pág. 11.

[6] “Crash”, Prólogo, pág. 8.

[7] “Milagros de vida”, J. G. Ballard. Editorial Mondadori, Barcelona, 2008.

[8] “Crash”, Prólogo, pág. 11.

[9] “Hasta el momento, la idea que la ciencia ficción ha tenido del espacio exterior se parece a la imagen que un pez tiene de la vida en la tierra, imaginándola como una pecera”. “Notas de ninguna parte”, J. G. Ballard. Revista El Péndulo N° 1, Buenos Aires, 1981.

[10] “Creía firmemente, y lo sigo creyendo, que los psicoanalistas y los surrealistas eran la llave para alcanzar la verdad sobre la existencia y la personalidad humana, y también una llave para conocerme a mí mismo”.  “Milagros de vida”, J. G. Ballard. Editorial Mondadori, Barcelona, 2008.

[11] “SF Symposium/SF Simpósio”, Discurso de J. G. Ballard. Ed. José Sanz, Río de Janeiro, 1969. Citado por Pablo Capanna en: “J. G. Ballard: El tiempo desolado”. Editorial Almagesto, Bs. As., 1993.

[12] “Ballard: Una autopista al futuro interior”, Christian Ferrer y Claudia Kozak. Revista Artefacto Nº 4, 2001.

[13] “Crash”, Prólogo, pág. 12.

[14] “Crash”, Prólogo, pág. 13.

[15] “Crash”, capítulo 3, pág. 39.

[16] “Crash”, capítulo 6, pág. 78.

[17] “J. G. Ballard: El tiempo desolado”, Pablo Capanna. Editorial Almagesto. Buenos Aires, 1993.

[18] “Crash”, capítulo 21, pág. 218.

[19] “Crash”, capítulo 1, pág. 15.

[20] “Crash”, capítulo 24, pág. 250.

[21] “Crash”, capítulo 1, pág. 15.

[22] El término fue acuñado a finales del siglo XIX por John Stuart Mill, quien también empleaba el sinónimo creado por Bentham “cacotopía”, al mismo tiempo. Ambas palabras se basaron en el término “utopía” acuñada por Tomás Moro, deriva del griego: οὐ («no») y τόπος («lugar») y significa «ningún lugar» o “lugar que no existe”, normalmente descrito en términos de una sociedad perfecta o ideal. De ahí, entonces, se deriva “distopía” como una “utopía negativa” donde la realidad presente transcurre en términos antitéticos a los de una sociedad ideal.

[23] Casi no existen referencias a las viviendas o a algún otro tipo de arquitectura significativa para el hombre y la ciudad, incluso cuando se nombra alguna avenida o paseo arbolado éste se encuentra desierto, poniendo en evidencia hasta qué punto la ciudad no es más un espacio de encuentro sino un flujo continuo y errático.

[24] “J. G. Ballard: La sociedad burguesa entre la utopía y el apocalipsis”, Guido Fernández Parmo. Ed. Digital:  http://es.scribd.com/doc/55980903/J-G-Ballard-la-sociedad-burguesa-entre-la-utopia-y-el-apocalipsis

[25] “El voyeurismo, la insatisfacción, la puerilidad de nuestros sueños y aspiraciones, todas estas enfermedades de la psique han culminado ahora en la víctima más aterradora de nuestra época: la muerte de afecto”. “Crash”, Prólogo, Pág. 7.

[26] “Crash”, capítulo 13, pág. 148.

[27] “Crash”, Prólogo, pág. 7.

[28] “J. G. Ballard: La sociedad burguesa entre la utopía y el apocalipsis”, Guido Fernández Parmo. Ed. Digital:  http://es.scribd.com/doc/55980903/J-G-Ballard-la-sociedad-burguesa-entre-la-utopia-y-el-apocalipsis

[29] “Crash”, capítulo 23, pág. 236.

[30] La máquina, porque ha sido puesta en el mundo, ya no participa de la ausencia: marcha y, sin embargo, en el instante de la marcha deja de formar parte de lo que llega, se ha quedado atrás, de ahí la necesidad de batir mar­cas de velocidad: lo que aproximará la máquina téc­nica de un imaginario sin fin será el récord, puesto que nadie conoce los límites de las altas veloci­dades”. “Estética de la desaparición”, Paul Virilio, Editorial Anagrama, Barcelona, 1998.

[31] La ciencia y la tecnología se multiplican a nuestro alrededor. Cada vez más son ellas las que nos dictan el lenguaje en que pensamos y hablamos. Utilizamos ese lenguaje o enmudecemos”. “Crash”, Prólogo, pág. 10.

[32] “Crash”, capítulo 21, pág. 222.

[33] “El tiempo mundial y el presente único, que reemplazan al pasado y al futuro, están ligados a una velocidad límite…” “El Cibermundo, la política de lo peor”, Paul Virilio. Entrevista con Philippe Petit. Ediciones Cátedra, Madrid, 1997.

[34] “Crash”, Prólogo, pág. 11.

[35] “Crash”, Prólogo, pág. 10.

[36] “La técnica coloniza el cuerpo del hombre como ha colonizado el cuerpo de la Tierra. Las autopistas, las vías férreas, las líneas aéreas han colonizado, organizándolo, el cuerpo territorial. Hoy en día, el amenazado por la colonización de las micro máquinas es el cuerpo animal.” “El Cibermundo, la política de lo peor”, Paul Virilio. Entrevista con Philippe Petit. Ediciones Cátedra, Madrid, 1997.

[37] “Crash”, capítulo 18, pág. 188.

[38] “Las metáforas del cuerpo en la filosofía de Jean-Luc Nancy; nueva carne, cuerpo sin órganos y escatología de la enfermedad”. Adolfo Vásquez Rocca, Universidad Complutense de Madrid, Madrid, 2008.

[39]  “Crash”, capítulo 19, pág. 203.

[40]  “Crash”, capítulo 10, pág. 120.

[41] “Tócame, estoy enfermo”. Pepe Rojo, Revista El Replicante, Octubre de 2011.

[42] En la actualidad la miniaturización de la tecnología produce toda una serie de dispositivos: iPods, tablet, laptops, celulares, play station, y también las prótesis de todo tipo o los marcapasos, que son una viva demostración de esta endocolonización erotizada que la tecnología ejerce sobre lo humano.

[43] “… el ruido de la máquina era como un grito dolor”.  “Crash”, capítulo 23, pág. 244.

[44]Me pareció estar viendo a dos seres humanos semimetálicos, de un remoto futuro, que hacían el amor en una bóveda cromada”  “Crash”, Cap. 17, pág. 183 y 184.

[45] “Crash”, capítulo 21, pág. 227.

[46] “Crash”, capítulo 15, pág. 13.

[47]  “Crash”, capítulo 13, pág. 139.

[48] “Creo que la sexualidad orgánica, cuerpo con cuerpo, piel con piel se está haciendo impracticable, simplemente parece que nada puede tener sentido para nosotros fuera de los valores y de las experiencias del paisaje mediático”. J. G. Ballard. Citado en “Revista Instituto de Arte Americano e investigaciones estéticas”, N° 105. “Arte, cuerpo, identidad en el contexto urbano”. UBA, Buenos Aires. Edición digital: http://www.iaa.fadu.uba.ar/publicaciones/critica/0105.pdf.

[49]  “Crash”, capítulo. 20, pág. 212 y 213

[50] “De tal manera, el propio instinto de muerte sería puesto al servicio del Eros, pues el ser vivo destruiría algo exterior, animado o inanimado, en lugar de destruirse a sí mismo. Por el contrario, al cesar esta agresión contra el exterior tendría que aumentar por fuerza la autodestrucción, proceso que de todos modos actúa constantemente.” “El malestar en la cultura”, Sigmund Freud. Edición digital: http://www.librodot.com

[51] “Crash”, capítulo 17, pág. 177

[52] “Crash”, capítulo 1, pág. 15

[53] “Crash”, capítulo 4, pág. 51

[54] “Crash”, capítulo 10, pág. 120

[55] “Crash”, capítulo 24, pág. 245

[56] “Crash”, capítulo 24, pág. 245

[57] “Crash”, capítulo 24, pág. 250

[58] “Crash”, capítulo 23, pág. 232

[59] “El imperio del sol”, novela publicada en 1984.

[60] “… la idea que la ciencia ficción ha tenido del espacio exterior se parece a la imagen que un pez tiene de la vida en la tierra, imaginándola como una pecera”. “Notas de ninguna parte”, J. G. Ballard. Revista El Péndulo N° 1, Buenos Aires, 1981.

Blog de WordPress.com.